Reseña by Eva Braum sobre la obra teatral A Por La Tercera, del escritor Guillermo Omar Dieguez
Cada día la libertad de los textos no deja de sorprenderme, cada nueva historia reafirma en mi imaginario que los escritores solo somos un canal, para que las musas se plasmen en el papel y otros puedan llegar a consumirlas. Utilizo este término “consumo” porque creo que es el más apropiado en la época en la que escribo.
Y en este momento ¿seré yo quien produce este texto o simplemente estoy siendo canal para acomodar y ordenar las palabras que flotan en el aire y pretenden ser materializadas?
La hoja en blanco, cubriéndose de pequeñas líneas negras, que dan paso a letras, las que unidas forman palabras, oraciones, párrafos y nos encuentran asincrónicamente. Si, querido lector, nos estamos encontrando a través del tiempo y no sabremos cuando, donde y bajo que circunstancias, pero hay una posibilidad de que nos encontremos.
Como yo me encontré con esta historia, o ella me encontró a mí. Es difícil determinar si uno encuentra el texto o este lo encuentra a uno. Que más pertinente hablar de encuentros, de desencuentros, de historias en el aire que frente a esta obra dramaturga: “A por la tercera” del escritor Guillermo Omar Diéguez.
En esta oportunidad, siento que si relaciono en su conjunto la forma en que llegó a mí la lectura y su contenido, la mejor palabra que lo define es: etéreo. Considero, que el acto de lectura no solo está dado por aplicar el verbo: leer, sino por todas las acciones previas y posteriores que se generan. Leer solo es el nudo de la historia. Antes tendremos la precuela y después el epílogo. Siendo la precuela, la forma en la que llega a nosotros la lectura y el epílogo eso que nos deja para articular con el futuro.
Esta cualidad que le otorgo al reseñar el texto (y su contexto) se debe a que en primer lugar llegó a mis manos, o nunca llegó ellas en verdad, ya que lo recibí vía digital en formato e-book. Hoy el paradigma literario cambió, las palabras flotan, el escritor las materializa, pero pronto esa materialidad queda suspendida en el aire, se transportan por la fibra óptica, atraviesan desiertos, océanos, fronteras y llegan en cuestión de segundos a un nuevo lector.
Una vez, que este texto se desplazó por el tiempo, el espacio e ingresó en mi laptop, podemos decir que se materializó, pero en verdad siguió siendo parte del aire, sin contar con peso específico, sin poder conectar con el tacto. Y como se dice en la calle, cuando un sentido falta, los demás se ponen alerta para suplir esta falencia.
Es así, como llegamos al nudo de la historia, a aquello que nos convoca en este blog, la reseña le dirán algunos. Y lamento decepcionarlos, pero no voy a hacer una minuciosa reseña dado que creo que es una obra que precisa ser pasada por el cuerpo, que necesita de cada lector para ser puesta en escena.
Aunque sí, quiero compartirles algunos puntos que a mi parecer hacen que el texto en cuestión sea considerado por usted, amable lector, en próximas lecturas.
Retomando, el concepto de etéreo, lo interesante de esta obra es el género seleccionado, en primer momento me pregunté porque el autor había elegido el formato dramatúrgico y al avanzar con la lectura comprendí que era el mejor atuendo que esta historia podría lucir. Voy a confesar que lo pensé como cuento largo, también intenté vestirlo de novela, pese a que sí, había posibilidades de vestir esos modelos, el de la dramaturgia es el más adecuado y en el que se luce mejor.
En el texto en general, hay un buen uso de los silencios, la ambientación y la definición de los personajes es precisa y concisa. La austeridad de la historia y su contundencia van de la mano con la construcción literaria. Este equilibrio entre lo que se dice y como se dice, colabora con el lector poco acostumbrado a abordar esta clase de literatura.
Asimismo, cabe destacar que, si bien hace foco en la temática de la Guerra Civil Española, es factible que esta historia se de en otros lugares del mundo, frente a otros conflictos bélicos, dado que el autor focaliza en el lado b de la historia, en lo que les sucede a los hombres, sus sentimientos y pesares, retirándose del relato oficial.
Otro punto interesante, y regresando un poco a este concepto de las conexiones, es el modo en que se materializa la historia, el autor en las primeras líneas hace hablar a sus personajes, comenzamos a conocerlos y la irrupción de la radio, medio de comunicación mágico, donde alguien nos habla, sentimos su voz rozar nuestro oído, es la que nos da la noticia, la clave para que la historia comience a materializarse. El mensaje de la radio levanta el telón, prende las luces y nos invita a ese mundo sutil de la lectura donde no sabemos si estamos aquí o allá, si somos espectadores o protagonistas.
Y la frase utilizada, para dar comienzo es muy sugerente: “españoles, Franco, ha muerto …” como no leer esta frase y no pensar en Nietzsche y su “Dios, ha muerto”. Creo que solo con esta referencia es suficiente, para explicar la clave filosófica sobre la que se apoyará la historia. Las reflexiones de los personajes, las nuevas decisiones que tomarán frente al nuevo contexto planteado, las culpas y añoranzas que saldrán a flote. Todo en un cuarto, de una residencia de ancianos, con la carga de los años sobre sus pies.
En la finitud de esta vida, todo lo que comienza debe terminar y así ocurre con esta obra, sin embargo, ese fin no es en absoluto la culminación total, el acto final es sin duda un nuevo comienzo. Es donde el autor coloca el punto final, pero el lector ubicará una nueva mayúscula y enlazará esta historia con sus propios pensamientos y vivencias, dejando latente y en el éter de su recuerdo esta experiencia sensorial.